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El debate alrededor de la autonomía estratégica europea: entre la independencia y el proteccionismo

Análisis

Sandra Ramos Martínez
Sandra Ramos Martínez
Analista geopolítica de seguridad, defensa e inteligencia. Experta en relaciones internacionales, China y la Unión Europea. Graduada en Relaciones Internacionales por la Universidad Francisco de Vitoria y Máster en Geopolítica y Estudios Estratégicos por la Universidad Carlos III de Madrid. Apasionada de la escritura y autora de La Unión Soviética en la Crisis de los Misiles (2023). Ha participado como ponente en conferencias y seminarios organizados en Shenzhen, Pekín, Dunhuang y ha impartido ponencias en la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Francisco de Vitoria.

La autonomía estratégica europea no es un concepto nuevo, sino que ha ido evolucionando a lo largo de los años, desde la industria de defensa hasta otros sectores. No obstante, en el contexto geopolítico actual, marcado por tensiones, conflictos y con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, su importancia se hace más evidente que nunca. ¿En qué consiste exactamente y por qué es tan relevante en la actualidad?

¿Qué es la autonomía estratégica?

Durante los últimos años, se ha abierto un amplio debate sobre el concepto de autonomía estratégica, ampliamente defendido y criticado por sus implicaciones dentro de la industria de la defensa. Si bien este término no es nuevo y su desarrollo se remonta a tiempos más lejanos, también es cierto que dentro de las instituciones de la Unión Europea ha comenzado a tomar mayor relevancia dada la situación internacional actual hostil en la que nos encontramos, marcada por la inestabilidad, la incertidumbre y, por encima de todo, la necesidad de desarrollar un marco común de defensa a largo plazo. 

Conocer en qué consiste este concepto es esencial para poder comprender cómo sus aplicaciones van desde la industria de la defensa hasta el sector político y el desarrollo tecnológico y comercial en la Unión Europea (UE).

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Se trata de un concepto ya presente en la narrativa de la defensa europea que, desde hace décadas, se ha convertido en un objetivo deseable en las capacidades de defensa de la Unión Europea y que se vincula a las necesidades de un actor de poder operar de manera autónoma en la toma de decisiones, sin depender de terceros actores. En pocas palabras, se basa en que el actor pueda tomar sus propias decisiones y actuar de forma independiente de otros países en algunas áreas concretas, sin tender al proteccionismo. 

Figuras como Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad defiende esta postura alegando que la situación actual de hostilidad, incertidumbre y la crisis provocada por la Covid-19 hacen que la Unión Europea se replantee esta capacidad para poder enfrentar los desafíos que acechan en los próximos años. Además, su debate se centra en clarificar este concepto, evitar ambigüedades y recalcar que la autonomía estratégica no se limita exclusivamente a la defensa, sino que debe ser empleada en el avance tecnológico, en el comercio y en la industria, para que la UE sea capaz de actuar independientemente, pero sin caer en proteccionismos ni actuaciones contrarias a los valores de cohesión y competitividad que caracterizan a la UE.

Al existir diferentes interpretaciones que van desde la dimensión política hasta la operativa e industrial, cabe resaltar que este concepto surgió, en sus inicios, en el ámbito de defensa, pero, por su propia naturaleza, se ha expandido hacia otros sectores donde también juega gran relevancia, como la economía y la política. Pero, no nos adelantemos. En primer lugar ¿de dónde surge este controversial concepto y cómo adquiere relevancia en el escenario europeo?

Contexto de la autonomía estratégica: de un concepto a una capacidad

La Unión Europea, desde sus inicios, siempre ha aspirado a poder defenderse colectivamente de todo aquello que supusiera una amenaza para sus intereses comunes. Por ello, la autonomía defensiva siempre ha estado muy presente en el imaginario colectivo europeo.

Sin embargo, durante la década de 1950 estos esfuerzos para lograr crear una comunidad europea de defensa fracasaron, pues el contexto geopolítico europeo se mostraba reacio a invertir en defensa tras las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, los europeos estaban centrados en buscar la paz positiva, basada en la cooperación y la unión, y alejarse de cualquier tipo de escenario bélico, considerado negativo.

Con la creación de la OTAN en el año 1949, muchos de los miembros fundadores de la Unión Europea, que también eran miembros de esta organización, consideraban que los esfuerzos de defensa colectiva debían recaer exclusivamente en la OTAN. Según se especifican en los propios documentos del Servicio de Estudios del Parlamento Europeo, muchos países consideraban esta nueva división de defensa como una amenaza a la misión a largo plazo de la propia OTAN. Este pensamiento todavía se ve reflejado en muchos analistas y expertos, que consideran que la labor de la OTAN es asegurar la defensa colectiva europea y atlántica (Estados Unidos) y que no procede la creación de un organismo de defensa propio europeo.

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La urgencia de crear un sistema de defensa europeo alternativo a la OTAN no se vislumbraba en aquel entonces. Sin embargo, la defensa colectiva europea seguía presente en el imaginario colectivo de algunos países europeos, destacando la Cumbre anglo-francesa en Saint-Malo celebrada en 1998, cuando se volvió a mencionar la necesidad de adoptar políticas conjuntas de defensa entre los países europeos, teniendo en cuenta que el mundo se encontraba inmerso en el período post-Guerra Fría, donde la Unión Soviética ya se había desintegrado y una nueva década de prosperidad marcada por la soberanía de los Estados Unidos venía para quedarse.

Aun así, no sería hasta diciembre del año 2013 cuando, por primera vez en la historia de la Unión Europea, se menciona de manera oficial la expresión ‘autonomía estratégica’, al parecer, tras las conclusiones del Consejo Europeo sobre la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) de la Unión Europea.

Los principales líderes europeos ya dejaron claro que el objetivo del PCSD era dotar a Europa de aquellos mecanismos necesarios para ejecutar operaciones de gestión de crisis a nivel externo, puesto que, como se ha mencionado anteriormente, las competencias de defensa europea territorial correspondían a la OTAN.

Este documento describe la necesidad de establecer  «una base tecnológica e industrial de defensa europea que pueda reforzar su autonomía estratégica y su capacidad de actuar con socios».

Aunque el concepto se extendía a la defensa industrial y tecnológica, ha existido mayor asociación a la industria de la defensa, como se destaca en el documento de EU Global Strategy de 2016, y de ahí su controversia. En este documento, la expresión se utiliza en cuatro ocasiones, tres de ellas haciendo referencia a la seguridad y defensa. Es desde entonces que este concepto se ha comenzado a utilizar de manera regular en conclusiones y documentos del Consejo Europeo, marcando el punto de partida a un concepto que, por ende, deja de ser un concepto teórico para pasar a ser una realidad que la Unión Europea cada vez tiene más presente en su política doméstica. 

En efecto, lo que anteriormente era un mero concepto que parecía no llevarse a la práctica, en la actualidad cada vez son más expertos y líderes que se suman a la necesidad de convertir esta expresión en una capacidad que forme parte de nuestra realidad actual, adaptando el concepto a cada uno de los ámbitos de interés, como la autonomía estratégica defensiva, tecnológica, energética y comercial.

¿Por qué es necesaria la autonomía estratégica en la situación geopolítica actual?

En 2016, el término era relevante en Europa, pero ahora es una necesidad política urgente debido a la situación geopolítica hostil, especialmente hacia la Unión Europea.

La UE se está convirtiendo, con el paso de los años, en una potencia políticamente irrelevante. A pesar de tan dura afirmación, la realidad es que el centro de poder global se está trasladando hacia la región de Asia-Pacífico, donde países como China o Japón mantienen gran relevancia y, en el caso de China, existen numerosos intereses que marcan el destino la geopolítica mundial actual (véase las controversias con Filipinas, la reunificación con Taiwán o las disputas por el control del Mar del Sur de China). El centro de poder global ya no está en Occidente y de ello ya son conscientes algunos países como Estados Unidos. La Unión Europea, por su parte, debe asegurarse su presencia ejecutando estrategias a largo plazo destinadas a fortalecer su peso como potencia global.

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Sin embargo, esta creciente irrelevancia no quiere decir que los países hayan  «perdido el respeto» a la Unión Europea, pues para países como China, la UE sigue siendo un socio preferente en términos económicos, a pesar de las diferencias político-culturales. Desde la comunidad internacional se espera que la Unión Europea desarrolle su propia capacidad de actuación autónoma sin estar sujeta a las decisiones de otros socios, como es el caso de Estados Unidos. Esto no quiere decir que la Unión Europea deba tomar distancia de su aliado histórico y sus alianzas en común (OTAN), sino que debe favorecer el multilateralismo con un enfoque propio que beneficie los objetivos comunes europeos y evite que se le desplace como actor en conflictos dentro de las propias fronteras, como es el caso de Nagorno Karabaj, Libia y Siria.

Edificio Berlaymont en Bruselas. Fuente: Sandra Ramos.

Por otra parte, la pandemia de Covid-19 del año 2020 dejó graves secuelas en la población europea, no solo a nivel social sino económico. Las personas se dieron cuenta de lo interconectados que estamos con otros países y la necesidad de comenzar a producir y destinar recursos a industrias que marcarán el futuro, como la tecnología, la inteligencia artificial, el acceso a las energías y el desarrollo científico. Se ha observado cómo esta interdependencia ha causado tensiones políticas, pues aquellos países que hayan decidido invertir en mejorar sus propias capacidades, como es el caso de Rusia con las energías o China con la educación, la ciencia y la tecnología, tendrán una poderosa herramienta que puede perjudicar a los intereses de la Unión Europea al no haber configurado por sí misma su propio mecanismo.

La invasión rusa en Ucrania desde el año 2022 tampoco podía pasar desapercibida. Desde aquel año existe una alarmante preocupación por una posible escalada del conflicto. La actitud beligerante rusa y la imperativa necesidad de evitar un nuevo conflicto a gran escala en suelo europeo hace que nos encontremos en un momento de gran incertidumbre. Se trata de un conflicto al que algunos analistas ya catalogan como ‘estancado’ por su propio contexto y que parece no tener fin, aunque las consecuencias político-económicas continúan afectándonos.

Desde el fin de la Guerra Fría en el siglo XX, las instituciones europeas han posicionado la seguridad y defensa colectiva en la periferia de los intereses. Parece que los conflictos habían llegado a su fin y que, por ende, reactivar el gasto en defensa no era tan relevante como en épocas anteriores marcadas por los conflictos bélicos. Esta sensación de seguridad y comodidad se ha transmitido generación tras generación hasta que, en la actualidad, nos encontramos en un escenario geopolítico cargado de tensiones, conflictos periféricos (y no tan periféricos). 

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Rusia y su ofensiva contra Ucrania es el aviso de que los europeos nos habíamos acomodado a mantener una percepción diferente del riesgo de la que, por ejemplo, los ciudadanos mantienen en lugares como Siria o actualmente los ucranianos. Esta percepción también se aplica dentro de la Unión Europea, pues la geografía delimita las fuentes de preocupación de los estados. Esto quiere decir que Italia no va a percibir con tal riesgo la posible escalada del conflicto ruso-ucraniano que Polonia, (aunque esto no significa que esa escalada afecte a todos de igual manera). 

El momento clave de la autonomía estratégica: elecciones europeas 2024

Con las elecciones al Parlamento Europeo el 9 de junio, numerosas cuestiones que afectan al futuro de los europeos se ponen sobre la mesa. Entre ellas, la implementación efectiva de la autonomía estratégica como elemento clave. 

Según el portavoz y director general de Comunicación de la Eurocámara, Jaume Duch, esta, en la actualidad, se sitúa como «la biblia de futuro de la Unión Europea»

Parlamentarium en Bruselas. Fuente: Sandra Ramos.

Esto significa que, ante la incertidumbre constante y las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, donde existe la posibilidad de un retorno de Donald Trump y su proteccionismo, la Unión Europea tiene una oportunidad de oro para decidir su supervivencia de cara al futuro. 

Para ello, los ciudadanos europeos tendrán cita en las urnas este 9 de junio, donde, en el caso de España, podrán elegir entre 33 candidaturas (según datos del BOE).

La votación se realizará entre el 6 y 9 de junio. En ella, se elegirán este año 720 diputados en total y 61 miembros serán eurodiputados españoles.

Cabe destacar que existen otras cuestiones de relevancia que complementan la necesidad de implementar una autonomía estratégica, como el acceso a las energías y materiales de forma autosuficiente para evitar depender de países que ponen en peligro la estabilidad europea, como lo es Rusia actualmente. Por otra parte, el gran reto que la UE enfrenta con la importancia de adaptarse para recibir a nuevos miembros, pues existe una lista de futuras incorporaciones que no reúnen al completo los requisitos solicitados y que, en el caso de la adhesión de Ucrania, pueden desatar un dilema de seguridad internacional con la Rusia de Putin.

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Además, existe una creciente involucración de la población joven que continúa manifestándose a favor de ese sentimiento europeo colectivo y una preocupación por la lucha europea contra el cambio climático, que también marcará el destino de la próxima legislatura. 

Publicidad de las elecciones europeas en Bruselas. Fuente: Sandra Ramos.

Aun así, todo apunta a que la autonomía estratégica dirigida al ámbito de la defensa, al desarrollo de capacidades tecnológicas e industriales y a la competencia de negociación en términos político-comerciales será el pilar clave que marcará el devenir de la Unión Europea.

Enfoques cruciales para el futuro de la Unión Europea

Si bien la UE debería comenzar a cuestionarse la necesidad de adoptar una estrategia de defensa autónoma con un aumento del gasto para poder responder de manera adecuada a las adversidades que se necesiten enfrentar, también es importante adoptar medidas enfocadas a hacer de la UE una más resiliente, potente y abierta al multilateralismo en el sector tecnológico y en la cooperación comercial. Cabe mencionar el trabajo que la Presidencia Española del Consejo de la UE realizó durante su mandato rotatorio (julio a diciembre de 2023) en favor de la Autonomía Estratégica Abierta, que fue uno de los temas clave durante su mandato y resaltaron durante la Reunión Informal de jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea que se celebró en Granada ese mismo año. En ella, se recalcó la necesidad de «actuar de forma autónoma cuando y donde sea necesario y colaborar con socios siempre que sea posible».

En cualquier caso y manteniendo alejadas las ambigüedades, el trabajo a largo plazo de la Unión Europea será reforzar sus propias industrias, su propio sistema de defensa y operar en favor del multilateralismo con sus alianzas preferentes como la OTAN, complementando su labor y no actuando de manera independiente. Aun así, las diferencias políticas entre los favorables y contrarios a esta necesidad todavía se encuentran muy presentes en un momento decisivo para el futuro de la Unión Europea con las elecciones parlamentarias de junio. Será, en este momento, donde se vislumbre el rumbo que los ciudadanos han decidido escoger para los próximos años.

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