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Cómo la Iglesia Católica y Juan Pablo II derribaron el comunismo en Europa del Este

Análisis

Miquel Ribas Lladó
Miquel Ribas Lladó
Grado en Relaciones Internacionales (Collegium Civitas, Varsovia) y Máster en Estudios Globales de Asia Oriental (UAB, Barcelona). Tiene experiencia como investigador en la Fundación Instituto Confucio (Barcelona) y en el Instituto de Investigación Sociopolítica de la Academia de Ciencias de Rusia (Moscú). Alumno certificado del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Experto en China de LISA Institute.

Tras la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas soviéticas ocuparon Europa del Este. Los objetivos de Stalin se sintetizaban en garantizar un sistema de seguridad en torno a la URSS y la expansión del comunismo en su versión estalinista. Polonia, desde el inicio, se convirtió en un Estado que se integró en el bloque soviético por imposición tras el abandono de los aliados en las Conferencias de Yalta y Potsdam. A pesar del establecimiento de un gobierno pro soviético, en Polonia floreció una oposición agrupada en torno a la Iglesia Católica y, a finales de los setenta, en torno al Sindicato Solidaridad al cual se le atribuye un papel central en la caída del marxismo en Polonia, en particular, y en Europa del Este o el bloque oriental. En este análisis, Miquel Ribas, alumni del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y el Curso de Experto en China de LISA Institute analiza las relaciones polaco-soviéticas y el papel de Juan Pablo II y la Iglesia polaca durante la Guerra Fría

El papel de la Iglesia Católica polaca y el Sindicato Solidaridad como impulsores de la caída del marxismo no es unánime, pues hay quienes difieren de este rol opinando que se ha magnificado y exagerado. El historiador Ian Morris afirma que fue el liberalismo y las deficiencias económicas inherentes al propio sistema marxista quienes contribuyeron al derrumbe del bloque socialista. Del mismo modo, otros académicos en el ámbito de Rusia y Europa del Este, a pesar de reconocer el papel de la Iglesia polaca en su oposición contra el comunismo, restan importancia a la religión católica como artífice de su colapso dando, al igual que Morris, mayor importancia a los problemas económicos y sociales internos del bloque oriental. 

En este punto es de relevancia comprender las relaciones que se establecieron entre la República Popular de Polonia y la URSS tras la Segunda Guerra Mundial para analizar los problemas internos que tuvieron lugar en el Estado y extraer una conclusión en torno al papel que, la Iglesia Católica polaca tuvo en torno a la caída del comunismo en Polonia.

Evolución del socialismo en la República Democrática Popular de Polonia

Del fin de la Segunda Guerra Mundial al octubre polaco

La República de Polonia siempre ha estado ligada a la cristiandad de rama católica. Tras la Segunda Guerra Mundial, el 96% de la población practicaba esta fe. Los polacos han mostrado una rivalidad histórica con los rusos, tanto en la cuestión religiosa (católicos vs. ortodoxos) como histórica, pues aún se recuerdan las guerras ruso-polacas de 1486-1677, las particiones de Polonia entre Prusia, el Imperio Ruso y el Austrohúngaro, o la guerra polaco-soviética de 1918 así como la imposición del socialismo tras la Segunda Guerra Mundial.

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Esta rivalidad la sintetizó el líder soviético, Joseph Stalin, a quien se atribuye la frase: «Es más difícil implantar el socialismo en Polonia que cabalgar encima de una vaca». Una afirmación que, visto en retrospectiva, tiene sentido, pues la mayor parte de la población polaca compartía los valores del catolicismo e identificaban la imposición externa de un nuevo orden materializado en la ideología comunista como enemigo de la cultura y la identidad nacional polaca

Los inicios de la etapa de la República Popular de Polonia fueron convulsos, incluso desde dentro del propio partido gobernante, el Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), dividido entre facciones más estalinistas y más liberales o reformistas. Inicialmente, el primer líder socialista polaco, Boleslaw Bierut adoptó una sovietización de matriz estalinista reflejado en la aprobación de la Constitución del Estado polaco de 1947, la cual seguía el modelo de la URSS estaliniana de colectivización agraria y planes industriales trienales/quinquenales guiada por el ateísmo de Estado. 

Estos objetivos industriales estaban basados en un plan de fomento de rápida industrialización y urbanización en una sociedad preeminentemente agraria. La implantación de un Estado marxista-leninista llevó a la Iglesia Católica a emerger como el principal oponente a los planes del POUP aglutinando al campesinado como núcleo opositor de la colectivización y la industrialización. En este contexto emergió la figura del cardenal Stefan Wyszynski, el Primado de Polonia, quien luchó (incluso desde la cárcel) por garantizar la práctica del catolicismo de la población y que permitió a la Iglesia mantenerse como primera fuerza moral gracias a la cohesión de elementos religiosos y la incompatibilidad entre el ateísmo y la lucha de clases contra el catolicismo.

El modelo económico implantado por el POUP combinó épocas de eficiencia y escasez. En 1956, tras la muerte de Bierut, el nuevo líder del partido, Edward Ochab intentó introducir una cierta liberalización que no sirvió para impulsar la producción y condujo a las huelgas de Poznan de 1956, aplastadas por la fuerza del Ejército polaco que causó 1.000 muertos ante las demandas sociales de mejora de sus condiciones de vida y trabajo. Las protestas permitieron llevar al poder al líder de la facción más liberal del POUP, Władysław Gomułka quien contó con el beneplácito de Moscú con objeto de evitar un nuevo otoño Húngaro (en referencia a la revolución de 1956 en la que los húngaros pretendían derrocar al régimen comunista pro soviético de Budapest). 

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Gomułka impulsó su política de deshielo conocido como el octubre polaco basado en eliminar la represión, fomentar una sociedad más abierta y aumentos de subsidios de compra de alimentos para los obreros en el marco de la nueva política aperturista de Moscú hacia sus Estados Satélites. Bajo la égida de Nikita Jrushchov, Moscú implantó una doctrina orientada a dotar a cada Estado de mayor flexibilidad para desarrollar su propio modelo para llegar al comunismo, pero manteniendo siempre lealtad a la URSS y a sus instituciones (Comité de Ayuda Económica Mutua o CAEM de matriz económica y Pacto de Varsovia como organización militar y seguridad). En Polonia, esta etapa, liderada por Gomułka, coincidió con el desarrollo de un aperturismo y el diálogo con la Iglesia Católica polaca, como connotó la liberación del cardenal Wyszynski.

Sin embargo, el mandato de Gomułka no fue tan efectivo para satisfacer las expectativas generadas a causa de la recesión económica derivada de su política de descolectivización agraria que desembocó en un creciente malestar social. Hechos que le impulsaron a cambiar su política inicial de apertura del octubre polaco por una campaña de persecuciones contra la Iglesia católica polaca, los campesinos, los judíos y la oposición en general. Gomułka entendió que la discusión  que se fomentó con el periodo temporal conocido como el «deshielo de Gomułka», podría hacer entender a la sociedad que el sistema era utópico ante la incapacidad de sus reformas para regenerar la economía y mejorar el nivel de vida de la población. Este fracaso llevó al líder soviético, Brezhnev, a comentar que «la cuestión polaca había ido demasiado lejos» apartando del poder a Gomułka reemplazándolo por Edward Girek. 

El estancamiento brezhneviano y el movimiento obrero Solidaridad

Gierek intentó mejorar las relaciones con la Iglesia, pues comprendió que esta constituía el núcleo de oposición más fuerte contra el sistema político. El nuevo secretario general del POUP sintetizó que las relaciones entre el Estado y las organizaciones no-estatales (Iglesia católica polaca, principalmente) no interesadas en favorecer el socialismo en el país era de consentimiento, es decir, se podían practicar siempre que no se pusiese en cuestión el liderazgo del POUP, el sistema socialista y la política exterior de Varsovia centrada, fundamentalmente, en la pertenencia al CAEM, al Pacto de Varsovia y en la lealtad a Moscú.

Los problemas económicos de Gierek hicieron mella y como resultado una amplia masa social opositora que emergió en los astilleros de Lenin en Gdansk y Gdynia, a consecuencia de la subida de los precios de productos alimentarios básicos. La presión de estos movimientos populares obligó al gobierno a autorizar la creación de un Comité de Defensa de los Obreros (CDO) cuyos objetivos rompían con los gubernamentales, pues giraban en torno a la lucha contra la discriminación política e ideológica. Estos constituían el elemento matriz para proteger los derechos y libertades ciudadanas junto con la defensa de los derechos humanos.

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La importancia de dichos CDO fue ciertamente relevante, ya que fueron el embrión del sindicato Solidaridad, integrado por la Iglesia y materializado como el centro de oposición del gobierno del POUP de Wojciech Jaruzelski. El Vaticano jugó un papel fundamental en el conflicto entre gobierno y sindicato, ya que fue una fuente de financiación, a través de la CIA, al sindicato que devino el brazo ejecutor de la alianza Washington-Vaticano en Polonia contra el comunismo y el POUP.

Además, la Iglesia Católica polaca, a lo largo de los años de socialismo, pudo mantener una posición única en comparación con la situación de la institución en otros Estados socialistas (a pesar de ciertos momentos de persecución). Esto permitió que pudiese conservar su independencia del Estado y del POUP funcionando como una ideología alternativa al oficialismo. Esta posición de independencia favoreció a que sectores de la sociedad civil se uniesen en torno a la institución, motivados, principalmente, por su oposición al socialismo, reflejando la conexión entre Iglesia y Solidaridad.

Las deficiencias estructurales del sistema político y económico de la Polonia socialista eran extrapolables a aquellos problemas de escasez que sufría el bloque socialista, en general, y la URSS, en particular, con el adviento del período conocido como estancamiento brezhneviano. En el trascurso de los años en los que la URSS estuvo bajo la dirección de Leónidas Brezhnev, los Estados del bloque soviético quedaron rezagados en términos de crecimiento económico, productividad y desarrollo tecnológico frente a sus competidores occidentales a causa del rechazo de los líderes soviéticos a implementar la Tercera Revolución Industrial, considerada como capitalista.

Es preciso remarcar, en este contexto, que, entre 1975 y 1985, la productividad de EE.UU. ascendió al 27%, la de Europa Occidental al 23%, mientras que en la URSS aumentó un 9% solamente y en sus satélites de Europa Oriental un 1%. Sin embargo, al mismo tiempo, se daba la paradoja que a nivel de política exterior el poder y la influencia de Moscú se situaba en su cúspide y parecía que los soviéticos podrían ganar la Guerra Fría ante los fracasos de EE.UU. en la guerra de Vietnam y habiendo alcanzado la paridad nuclear.

Internamente, en el bloque oriental, los problemas económicos y políticos afloraban como denotó la aparición de la Primavera de Praga que llevó al Politburó soviético a impulsar una nueva doctrina llamada doctrina Brezhnev (Soberanía limitada) a fin de garantizar un rígido control ideológico y político por parte de Moscú sobre los países bajo su órbita de influencia.

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Esta doctrina reflejaba que los intereses del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se encontraban por encima de los países individuales otorgando el derecho de intervención  en caso de percibir desviaciones de la visión de Moscú en torno a la ortodoxia marxista. Consecuentemente, Varsovia tuvo un menor margen de maniobra que aquel que ostentó durante el deshielo de Jrushchov y el octubre polaco de Gomulka para aplicar políticas económicas independientes.

Una política que, junto con la escasez de bienes de primera necesidad en los Estados del bloque oriental, donde muchas veces acceder a productos básicos como el champú o alimentos básicos era considerado un suplico, incrementó la oposición ciudadana. En Polonia, el líder comunista, Jaruzelski tuvo que implementar la ley marcial (para evitar una intervención del Ejército Rojo como sucedió en Praga y Budapest según defendió el líder polaco), la cual, a pesar de contener el crecimiento de Solidaridad con su ilegalización, persecución y encarcelamiento de sus militantes, no pudo evitar que este reemergiera con más fuerza como consecuencia de su incapacidad para mejorar la economía polaca fuertemente endeudada y estancada. Unos hechos a los cuales hay que agregar el creciente malestar social ante la incapacidad del gobierno del POUP de hacer frente a sus demandas.

A lo largo de la década de los sesenta y principios de los setenta se había dado una distensión entre soviéticos y estadounidenses en una época más marcada por el despliegue de una cooperación dentro de la confrontación quien seguía, en cierto modo, las líneas doctrinales de la política de coexistencia pacífica de Jrushchov. No obstante, la llegada al poder en Washington de Reagan cambió el esquema geopolítico pues, como  representante del neo conservadurismo estadounidense y fervientemente anticomunista, la URSS debía desaparecer describiendo la Guerra Fría como la lucha entre «el bien (EE.UU.) y el mal (URSS)».

Además, agregó que el error esencial de la distensión obedecía más a dar legitimidad al comunismo, equiparándolo con el capitalismo. De ahí la necesidad de recuperar la legitimidad militar con la Iniciativa de Defensa Estratégica y el aumento del poder militar estadounidense, algo que aterraba a Moscú, pues su maltrecha, obsoleta, atrasada y poco competitiva economía planificada ya no deba más de sí para afrontar una renovada carrera armamentística.

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Un hecho que se reflejó en el 1985 cuando, días antes de su elección como Secretario General del PCUS, Mijaíl Gorbachov comentó a su esposa, Raisa: «no podemos seguir así». Una afirmación que llevaba implícita el reconocimiento de la profunda crisis estructural que atravesaba el bloque soviético a nivel general. Además, señalaba la necesidad de iniciar transformaciones estructurales para mejorar la productividad interna de los maltrechos conglomerados industriales estatales. También destacaba las deficiencias agrarias y la ineficiencia del sistema de planificación-centralización económica. Esto, junto con la incompetencia de la cúpula directiva del GOSPLAN, la junta central que supervisó diversos aspectos de la economía planificada de la Unión Soviética. Esta junta tradujo en planes nacionales específicos los objetivos económicos generales delineados por el PCUS y el gobierno soviético.

El inicio de una nueva doctrina lanzada por Gorbachov hacia los Estados del Pacto de Varsovia, conocida como doctrina Sinatra, basada en abandonar el intervencionismo de Moscú en asuntos internos de sus Estados satélites, así como en retirar unilateralmente un componente significativo de tropas soviéticas de los Estados, derogando la doctrina Brezhnev, debilitó a los gobiernos que tradicionalmente habían representado los intereses de Moscú con objetivo de evitar el uso de la fuerza en los procesos internos de dichos Estados. Como consecuencia, sin el apoyo de la principal fuente de legitimidad que los gobiernos pro soviéticos de Europa del Este habían mantenido (el Ejército Rojo), pronto se desmantelaron como un castillo de naipes ante las bondades que la población percibía por parte de las democracias occidentales y el capitalismo. 

La crisis del sistema comunista en sí fue admitida por el propio partido y el acceso a las negociaciones donde todos los pasos se acordaron entre gobierno y oposición en la celebración de unas elecciones, en 1990 con la derrota electoral del POUP, para dar paso a la transición hacia el primer gobierno no comunista precedido por Tadeusz Mazowiecki. En estas elecciones se dio la paradoja de que, en Polonia, fueron los propios trabajadores los protagonistas que derrocaron a un gobierno, el cual, supuestamente, defendía los intereses de la clase trabajadora.

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