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La geopolítica de las maras en América Latina

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La violencia siempre ha sido una constante en América Latina. Sin embargo, durante las últimas décadas hemos presenciado cómo, progresivamente, el continente se ha convertido en uno de los lugares más violentos en el planeta. Según Naciones Unidas, la tasa de homicidios en Latinoamérica y el Caribe fue de 19,58 por cada 100.000 habitantes en el año 2022, lo que contrasta notablemente con la segunda zona más afectada, África Subsahariana con un índice de 14,29. Hay muchos factores que influyen en que la violencia se perpetúe y, una de esas razones son las organizaciones criminales que han proliferado en la región. En este artículo, ahondaremos particularmente en las pandillas centroamericanas, conocidas como «maras», su origen, su estructura, su impacto en las sociedades y cómo han moldeado la política de los países en Centroamérica y de su entorno.

Origen de las maras

Para comprender el origen de las pandillas centroamericanas, debemos retroceder hasta los años 80 en los barrios marginales de Los Ángeles. Las guerras civiles en El Salvador y en Guatemala causaron un elevado flujo de migrantes que tomaron rumbo hacia Estados Unidos, particularmente hacia el estado de California.

Estos inmigrantes se establecieron en áreas en las que el crimen organizado ya estaba latente y asentado, dando origen a la Mara Salvatrucha, compuesta mayormente por centroamericanos, a modo de protección ante la pandilla dominante; o a Barrio 18, constituida por mexicanos ya arraigados en la zona. Los violentos enfrentamientos entre ambas pandillas hicieron que las autoridades estadounidenses tomaran cartas en el asunto, llevándose a cabo arrestos masivos. Sin embargo, la actividad criminal no menguó, solo se perfeccionó. Desde las propias cárceles se produjo la organización y reestructuración de las pandillas.

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A mediados de los años 90, bajo la presidencia de Bill Clinton, se implementó una política migratoria que deportaba a los residentes nacidos en el extranjero encarcelados. Se estima que, a principios de los 2000, alrededor de 20.000 personas fueron extraditadas a El Salvador, Guatemala y Honduras. Los gobiernos centroamericanos no fueron capaces de hacer frente a esta afluencia de migrantes repatriados, a quienes apenas se les ofrecían posibilidades de reinserción laboral en sus países de origen, por lo que no solo continuaron con sus actividades criminales, sino que se crearon redes mucho más consolidadas que se apoyaron en la debilidad institucional de los gobiernos locales.

Organización y actuación de las maras: Salvatrucha y Barrio 18

Observamos que las maras surgen precisamente para llenar el vacío del sistema gubernamental. Las maras Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18 (M18) se asentaron en el denominado Triángulo Norte, compuesto por Guatemala, Honduras y El Salvador.

Ambas organizaciones provocaron la creación de una red transnacional solidificada que repercute directamente en la vida del ciudadano de a pie. Además de la extorsión y el sicariato, las maras se dedican a otras actividades. Algunas son el narcotráfico, al tráfico de personas, a la venta de armas y al blanqueamiento de dinero. La incidencia trasciende la violencia y se infiltra poco a poco en todos los estratos sociales. Los grupos criminales son uno de los principales factores por los que Centroamérica es una de las regiones más peligrosas.

Dentro de las maras, las pandillas se estructuran de una manera jerárquica. Los líderes encarcelados cumpliendo organizan la actividad criminal, al igual que ocurría ya en los años 90. En el exterior, las bandas se organizan en «clicas» o «canchas» que se reparten territorialmente las zonas de influencia

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Naturalmente, las maras buscan adeptos entre una juventud huérfana de oportunidades. Estos son menores de escasos recursos, con pocas posibilidades laborales y faltos de una figura a quien ampararse. En Centroamérica, estas condiciones suelen ser la norma en ciertas comunidades. Especialmente cuando el ingreso a las maras constituye una red de apoyo y sustento para sus parientes. Las maras poseen un código de conducta estricto. Normalmente, se espera la lealtad incondicional de sus miembros y en caso de deserción o traición, el «marero» tendría que ser castigado con la muerte.

Impacto internacional de las maras

Desde el inicio, las maras han traspasado las fronteras de lo nacional y en la actualidad, en el auge de la interconectividad, observamos cómo las fronteras se van diluyendo y estamos ante un escenario que se acerca cada vez más a nuestra realidad. En abril de 2024, fue detenido en Madrid un alto miembro de la M18, lo que confirma que estas bandas criminales ya operan en España. En Estados Unidos, las maras son consideradas un problema de seguridad nacional, y la MS-13, por ejemplo, tiene presencia en 40 de sus estados y se estima que posee unos 10.000 integrantes en el país. 

Colaboración con otros grupos criminales

Las maras están en contacto directo con otras redes criminales, entre los más destacados se encuentran los Zetas y el Cártel del Pacífico. Ambos mexicanos, estos grupos establecen estrechos lazos con las maras para facilitar sus actividades delictivas, ya sea para la trata de blancas o para el tráfico de drogas.

El caso de El Salvador

Contra viento y marea, observamos cómo en El Salvador, hasta hace unos pocos años el epicentro del crimen organizado, se ha convertido en uno de los países más seguros en Latinoamérica. Mucho se ha escrito sobre las políticas del presidente Nayib Bukele y el uso de la «mano dura» para reducir la influencia del crimen organizado en el país, hasta tal punto que, las maras se consideran desmanteladas en El Salvador. No obstante, Bukele es objeto de críticas por la opinión pública internacional por haber pactado con las maras y por la vulneración de derechos humanos. El 9 de mayo de 2024, se decretó la prórroga número 26 del régimen de excepción que capacita al Estado para encarcelar a ciudadanos sin sentencia judicial.

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Sin embargo, el actual presidente salvadoreño no fue el primero en intentar implementar políticas represivas en el país. En 2012, con Mauricio Funes al poder se llegó a negociar una tregua entre la MS-13 y la M18, donde se vio involucrada la Iglesia y el gobierno. Durante más de un año, la tasa de homicidios en el país descendió drásticamente, pero esta negociación no contaba con el respaldo estadounidense, que designó a la MS-13 como una organización criminal transnacional e impuso sanciones a los altos comandos.

Las maras: un problema internacional

Es crucial, por tanto, entender estas bandas criminales como un problema que compete a la comunidad internacional. Las maras destruyen la estabilidad y amenazan las instituciones democráticas, especialmente a través de sus diversas ramificaciones. A pesar de ello, las bandas criminales se constituyen alrededor de un sistema preestablecido o basándose en un mercado. Por lo que, si se entiende las maras como un sistema alternativo de gobierno, la solución podría plantearse, no tanto a través de medidas represivas y poco sostenibles (como es el caso de El Salvador), sino a partir del fortalecimiento de los gobiernos locales.

Es esencial realizar el planteamiento desde un doble ámbito: como actores democráticos y económicos, para poder ofrecer mejores condiciones sociales a la población que no alimenten el reclutamiento; y, como entes capaces de proveer seguridad a la ciudadanía con un ejercicio de la fuerza más eficaz y respetuoso de los derechos civiles. 

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